El proceso de secularización de las sociedades occidentales ha marginado paulatinamente la práctica religiosa, deliberada o inadvertidamente, al punto de que las palabras, las acciones y las omisiones de muchas personas son criminalizadas. La batalla por la libertad de conciencia es antigua, pero hoy cobra una relevancia monumental. La separación institucional entre el Estado y las Iglesias, tan añorada y aplaudida en el siglo XVIII, sobre todo en cÃrculos liberales, abrió las puertas para la introducción gradual de restricciones y prohibiciones a las expresiones públicas de fe. Aumentan las instancias en que nuestra conciencia personal choca con requisitos legales. Paralelamente, en muchos ámbitos se dejó de creer en la conciencia misma y en los valores morales inmutables. En el mundo de la corrección polÃtica y el relativismo moral, la tolerancia y el respeto son palabras tergiversadas.